En la 2ª pregunta explica una certeza referida a la educación infantil avalada por la práctica
“Hay que acabar con el
formato de clases de 50 minutos”
El doctor en Medicina apuesta por
cambiar las metodologías pero pide cautela ante la aplicación de la
neurociencia a la educación
La neuroeducación, la disciplina que estudia cómo aprende el
cerebro, está dinamitando las metodologías tradicionales de enseñanza. Su
principal aportación es que el cerebro
necesita emocionarse para aprender y desde hace unos años no hay
idea innovadora que se dé por válida que no contenga ese principio. Sin
embargo, uno de los máximos referentes en España dentro de este campo, el
doctor en Medicina Francisco Mora, pide cautela y advierte de que en la
neuroeducación todavía hay más preguntas que respuestas.
Mora, autor del libro Neuroeducación. Solo se puede aprender
aquello que se ama (Alianza), que ya cuenta con once ediciones desde 2013,
es también doctor en Neurociencia por la Universidad de
Oxford y se empezó a interesar por el tema en 2010, cuando acudió al
primer Congreso Mundial de Neuroeducación celebrado en Perú.
Defiende que la educación puede transformarse para hacer el
aprendizaje más efectivo, por ejemplo, reduciendo el tiempo de las clases a
menos de 50 minutos para que los alumnos sean capaces de mantener la atención.
El profesor de Fisiología Humana de la Universidad
Complutense alerta de que en la educación se siguen dando por
válidas concepciones erróneas sobre el cerebro, lo que él llama neuromitos.
Además, Mora es adscrito al departamento de Fisiología Molecular y Biofísica de
la Universidad de Iowa, en Estados Unidos.
Pregunta: ¿Por qué es importante
tener en cuenta los hallazgos de la neuroeducación para transformar la forma de
aprender?
Respuesta: A nivel internacional
hay mucho hambre por anclar en sólido lo que hasta ahora solo han sido
opiniones, y ese interés se da especialmente en los profesores. Lo que hace la
neuroeducación es trasladar la información de cómo funciona el cerebro a la
mejora de los procesos de aprendizaje. Por ejemplo, conocer qué estimulos
despiertan la atención, que después da paso a la emoción, ya que sin estos dos
factores no se produce el aprendizaje. El cerebro humano no ha cambiado en los
últimos 15.000 años; podríamos tener a un niño del paleolítico inferior en un
colegio y el maestro no darse cuenta. La educación tampoco ha cambiado en los
últimos 200 años y ya disponemos de algunas evidencias que hacen urgente esa
transformación. Hay que rediseñar la forma de enseñar.
P: ¿Cuáles son las certezas que ya
se pueden aplicar?
R: Una de ellas es la edad a la que
se debe aprender a leer. Hoy sabemos que los circuitos neuronales que codifican
para transformar de grafema a fonema, lo que lees a lo que dices, no terminan
de conformar las conexiones sinápticas hasta los seis años. Si los circuitos
que te van a permitir aprender a leer no están conformados, se podrá enseñar
con látigo, con sacrificio, con sufrimiento, pero no de forma natural. Si se
empieza a los seis, en poquísimo tiempo se aprenderá, mientras que si se hace a
los cuatro, igual se consigue pero con un enorme sufrimiento. Todo lo que es
doloroso tiendes a escupirlo, no lo quieres, mientras que lo que es placentero
tratas de repetirlo.
P: ¿Cuál es el principal cambio que
debe afrontar el sistema educativo actual?
R: Hoy comenzamos a saber que nadie
puede aprender nada si no le motiva. Es necesario despertar la curiosidad, que
es el mecanismo cerebral capaz de detectar lo diferente en la monotonía diaria.
Se presta atención a aquello que sobresale. Estudios recientes muestran que la
adquisición de conocimientos comparte sustratos neuronales con la búsqueda de
agua, alimentos o sexo. Lo placentero. Por eso hay que encender una emoción en
el alumno, que es la base más importante sobre la que se sustentan los procesos
de aprendizaje y memoria. Las emociones sirven para almacenar y recordar de una
forma más efectiva.
P: ¿Qué estrategias puede utilizar
el docente para despertar esa curiosidad?
R: Tiene que comenzar la clase con
algún elemento provocador, una frase o una imagen que resulten chocantes.
Romper el esquema y salir de la monotonía. Sabemos que para que un alumno
preste atención en clase, no basta con exigirle que lo haga. La atención hay
que evocarla con mecanismos que la psicología y la neurociencia empiezan a desentrañar.
Métodos asociados a la recompensa, y no al castigo. Desde que somos mamíferos,
hace más de 200 millones de años, la emoción es lo que nos mueve. Los elementos
desconocidos, que nos extrañan, son los que abren la ventana de la atención,
imprescindible para aprender.
P: Usted ha advertido en varias
ocasiones de la necesidad de ser cautos ante las evidencias de la
neuroeducación. ¿En qué punto se encuentra?
R: La neuroeducación no es como el método
Montessori, no existe un decálogo que se pueda aplicar. No es
todavía una disciplina académica con un cuerpo reglado de conocimientos.
Necesitamos tiempo para seguir investigando porque lo que conocemos hoy en
profundidad sobre el cerebro no es aplicable enteramente al día a día en el
aula. Muchos científicos dicen que es muy pronto para llevar la neurociencia a
las escuelas, primero porque los profesores no entienden de lo que les estás
hablando y segundo porque no existe la suficiente literatura científica como
para afirmar a qué edades es mejor aprender qué contenidos y cómo. Hay flashes
de luz.
P: ¿Podría contar alguno de los más
recientes?
R: Nos estamos dando cuenta, por
ejemplo, de que la atención no puede mantenerse durante 50 minutos, por eso hay
que romper con el formato actual de las clases. Más vale asistir a 50 clases de
10 minutos que a 10 clases de 50 minutos. En la práctica, puesto que esos
formatos no se van a modificar de forma inminente, los profesores deben romper
cada 15 minutos con un elemento disruptor: una anécdota sobre un investigador,
una pregunta, un vídeo que plantee un tema distinto… Hace unas semanas la Universidad de Harvard me
encargó diseñar un MOOC
(curso online masivo y abierto) sobre Neurociencia. Tengo que
concentrarlo todo en 10 minutos para que los alumnos absorban el 100% del
contenido. Por ahí van a ir los tiros en el futuro.
P: En su libro Neuroeducación.
Solo se puede aprender aquello que se ama alerta sobre el peligro de los
llamados neuromitos. ¿Cuáles son los más extendidos?
R: Existe mucha confusión y errores
de interpretación de los hechos científicos, lo que llamamos neuromitos. Uno de
los más extendidos es el de que solo se utiliza el 10% de las capacidades del
cerebro. Todavía se venden programas informáticos basados en él y la gente
confía en poder aumentar sus capacidades y su inteligencia por encima de sus
propias limitaciones. Nada puede sustituir al lento y duro proceso del trabajo
y la disciplina cuando se trata de aumentar las capacidades intelectuales.
Además, el cerebro utiliza todos sus recursos cada vez que se enfrenta a la
resolución de problemas, a procesos de aprendizaje o de memoria.
Otro de los neuromitos es el que habla del cerebro derecho e
izquierdo y de que habría que clasificar a los niños en función de cuál tienen
más desarrollado. Al analizar las funciones de ambos hemisferios en el
laboratorio, se ha visto que el hemisferio derecho es el creador y el izquierdo
el analítico -el del lenguaje o las matemáticas-. Se ha extrapolado la idea de que
hay niños con predominancia de cerebros derechos o izquierdos y se ha creado la
idea equivocada, el mito, de que hay dos cerebros que trabajan de forma
independiente, y que si no se hace esa separación a la hora de enseñar a los
niños, se les perjudica. No existe dicha dicotomía, la transferencia de
información entre ambos hemisferios es constante. Si se presentan talentos más
cercanos a las matemáticas o al dibujo, no se refiere a los hemisferios, sino a
la producción conjunta de ambos.
P: ¿Está influyendo la
neuroeducación en otros aspectos de la enseñanza?
R: Hay un movimiento muy
interesante que es el de la neuroarquitectura, que pretende crear colegios con
formas innovadoras que generen bienestar mientras se aprende. La Academia de
Neurociencias para el Estudio de la Arquitectura en Estados Unidos, ha reunido
a arquitectos y neurocientíficos para concebir nuevos modos de construir.
Nuevos edificios en los que, aún siendo importante su diseño arquitectónico, se
contemple la luz, la temperatura o el ruido, que tanto influyen en el
rendimiento mental.
Esta entrevista me parece muy interwsante u con la que estoy muy de acuerdo, ya que muchas veces el sistema de enseñanza se queda muy atrás respecto a la época en la que nos encontramos. No hay que tener miedo a renovar el sistema de enseñanaza. Pero siempre innovando para captar la atención de los niños, ya que como decía Mora hay que despertar las emociones de los niños tanto para aprender como para atender.
ResponderEliminarCierto es que las clases de más de una hora son un completo horror, y no hablemos de las de dos horas. Es un agotamiento tanto para las que enseñamos como para las que queremos aprender. Esto debería ser impensable en la educación.
ResponderEliminarTambién en el aula, como docente, aprendemos otras competencias externas sobre todo. Y en cuanto a nuestra materia, lo que aprendemos, si realmente queremos que aprendan, es a detectar los obstáculos con los que se encuentran y que nos parecen evidentes.
Muy interesante la explicación del desarrollo neuronal en la infancia, para saber a qué edad estamos preparados para aprender a leer. Hay que desterrar prácticas educativas antiguas, que ahora la neurociencia demuestra que son erróneas y perjudiciales.
ResponderEliminarMe parece muy clarificador lo que el Dr. Mora comenta sobre la edad a la que se puede empezar a leer para que esto no suponga adelantar los aprendizajes de forma forzada. Tanto familia como escuela tendemos a considerar que cuanto antes adquiera un determinado concepto una criatura más inteligente es, mejor la estamos educando o mejores docentes somos. Quizás lo que deberíamos hacer es formarnos constantemente e incorporar a los modelos de enseñanza-aprendizaje las evidencias que la ciencia nos va mostrando. Y sobre todo, tener un poco de sentido común e intentar que el aprender sea algo que busquemos por el mero hecho de que nos produce placer. Es decir, hemos de procurar proporcionar a las criaturas experiencias muy diversas, creativas y motivadoras en las cuales éstas sean felices por el mero hecho de vivirlas.
ResponderEliminarOtra de las cuestiones que me parecen relevantes es la del tiempo de atención que una persona puede prestar hacia algo y que no puede durar más de 50 minutos. Mi experiencia en la escuela de 0-3 años es que cuanto más pequeñas son las niñas y los niños menor tiempo de atención pueden prestar a algo. Y muchas veces, y en muchas escuelas, vemos cómo las educadoras intentan que las criaturas estén sentadas escuchando cómo les leen un cuento o pintando algo cuando el adulto así lo quiere. Intentan que todas y todos hagan lo mismo y a la misma vez. Por eso, mi experiencia me dice que cuando alguna criatura prefiere hacer algo diferente hay que respetarlo. Y en algunas ocasiones, en más de las que pueda parecer, se dan momentos mágicos en los que te pones a contar un cuento de una manera especial y cuando te das cuenta, incluso aquellas criaturas que estaban haciendo algo distinto en el aula, acuden a ti para escuchar. Otras veces, es cierto que hay que procurar un elemento disruptivo para que centren su atención o la desvíen de lo que están haciendo en el momento. A veces, cuando en la dinámica del grupo están muy agitados y se necesita calmarles, basta con cantar una canción, sacar un pompero o hacer alguna "payasada". Como dice el refrán "cada maestrillo tiene su librillo".